No habrá Madre-Faro para ti. Todos los referentes que tenías cuando todavía no lo eras se desvanecerán, uno tras otro. Son demasiadas cosas las que tendrían que coincidir para poder proyectarte en otra experiencia: la familia de origen, el trabajo, tener o no tener una vocación, la cuenta bancaria, las hormonas, la pareja, la latitud en la que estás maternando. Estás sola con cada una de tus decisiones. En este sentido, nunca habrás sido tan libre.
Tus pensamientos intrusivos post parto pasarán. También el sentimiento de ser lo mismo que tu criatura. El insomnio post parto te durará dos años y un mes. Alrededor de esta época, te preguntarás quién es esa persona que pusiste en el mundo. Pero la pregunta que no viste venir es la de tener que responder a quién eres tú, ahora que ya no eres una mujer puérpara ni una sin hijos.
No compres ese cojín de lactancia.
Despojarás a tu perra de todas las narrativas que le habías impuesto. Antes Greta era una hija inventada. Ahora es quien es, no está aquí para suplir ninguna carencia tuya ni para devolverte nada.
La niñera siempre tendrá tu sonrisa.
Tu cuerpo cambiará. Tiene sentido que también él haya querido adaptarse a los nuevos tiempos. Además, ¿quién dice que la de antes era su mejor versión? Tu cuerpo habrá cambiado, pero tu mirada hacia él también.
Mientras creces con la absurda creencia de que tus caderas son demasiado anchas, el mundo se ocupará de decirte que eso te servirá para cuando des a luz. Resulta que cuando llegue su momento de brillar, tu bebé terminará saliendo por la barriga. Lo de las caderas anchas tomará una función inesperada: convertirse en una silla ancha y confortable para tu hija y así llevarla en brazos a todas partes.
Cierra el libro de Laura Gutman si todavía no has dado a luz. Sus opiniones dejarán en ti un poso de culpabilidad difícil de eliminar cuando tu realidad no se asemeje a sus expectativas.
Un día, el hombre al que amas le preguntará a tu hija: ¿Quién te ha enseñado a bailar tan bien? Y esa niña contestará: Mamá. Bailar, algo que te hacía sentir tu cuerpo como a un enemigo, se ha convertido en la forma de poner fin a un berrinche o de cambiar la frecuencia de una tarde difícil cuidando a una niña que se ha puesto enferma. Bailar será ahora hablar con tu hija.
Te preguntarás si existe algo más en este mundo que te haya hecho conocer tanto amor y que al mismo tiempo no sepas si quieres repetir. Del mismo modo, te preguntarás si existe algo más en este mundo tan difícil y que al mismo tiempo te plantees llegar a repetir por voluntad. Estas dos frases no son contradictorias para ti. La lucidez es ambivalente.
Vivirás los momentos más tediosos y mundanos (serás la mujer sosteniendo al bebé que no para de llorar en un avión) y también los provistos de la mayor ternura y del milagro inexplicable de ver a una nueva vida desplegándose ante tus ojos.
Un día tu hija señalará una flor en un libro y dirá “flor” “mamá”. Empezarás a llorar y ella te devolverá una mirada nueva, sorprendida por el efecto que esa conexión de ideas, tan evidente para ella, ha tenido en ti.
Tu cerebro computará el primer año post parto como trauma y hará lo mismo que hace con este tipo de experiencias, olvidarlo.
Llegará una nueva lógica a tus reflexiones cotidianas: si tan ignorante fuiste en todo lo relativo a ser madre antes de serlo, ¿cuántas otras realidades viven exactamente a dos centímetros de ti de las que no sabes absolutamente nada? Lo que significa de verdad envejecer, lo que es de verdad el abandono, el infierno, lo que es de verdad el amor incondicional que ha sabido atravesar una vida entera, lo que no sabes ni nombrar. Al menos ahora ya sabes que no sabes.
Una noche, en una montaña iluminada por las luces de la ciudad, mientras hacéis eses con el coche para que el vaivén le ayude a dormirse, te vendrá esta frase: “Esta es tu vida ahora”. Y lo será. Pero en menos tiempo del que te esperas, llegará otra. Cuando te hayas acostumbrado a esta, habrá que dar paso a una nueva realidad. Tu hija te necesitará de formas distintas y la definición de ser madre irá variando cada año, a veces cada mes. Cuando te pienses que ya no te necesita como antes, cogerá una bronquitis que la dejará débil y exhausta y le harás falta con la misma intensidad que cuando era una recién nacida. Te preguntarás si la relación madre-hija es un acordeón destinado a abrirse y cerrarse durante toda la vida.
¿Qué significa entonces ser madre? ¿Qué se deja atrás y qué perdura?
No tienes ni idea.
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❤️🩹 gracias
Sublime ♥️
Gracias por poner en palabras algo tan difícil de ordenar, para expresar con tanta lucidez.
Yo estoy especialmente en el punto 10, dándole vueltas y vueltas...en esa ambivalencia ✨