Ya lo mencioné en una carta reciente: hay que prescindir de la realidad al menos una vez al día. Y no hablo de las distracciones que nos asaltan por accidente, sino de alejarnos conscientemente de ella. El mayor acto de generosidad que podemos darle a la vida es dejarla respirar un ratito e irnos a otra. La realidad no exige una relación monógama, solo que no nos perdamos demasiado ahí fuera llegando a las tantas y que siempre volvamos a ella. Aquí comparto una lista de trucos infalibles para conseguir prescindir de la realidad.
Atreverse a desear muy fuerte la llegada de algo. La clave para entregarse a este deseo es estar también dispuesta a aceptar la decepción si no sale como esperabas. En mi caso tengo muchísimas ganas de que llegue la Navidad. Tantas, que temo que mi pensamiento mágico se gire y todo vaya fatal por el simple hecho de atreverme a confesar las ridículas ganas que tengo. De hecho, compartir esto me parece más valiente que hacerlo sobre mi parto o cualquier otro momento objetivamente más sensible. Creo que este espíritu navideño repentino surge porque se trata del primer año en el que mi hija ya comprenderá su magia. Anoche, a las tres de la madrugada, estaba furiosa con ella porque no paraba de pedirme cosas y no me dejaba dormir. La dejé subir a mi cama y le pedí que se durmiera. Al cabo de una hora, de pronto, con sus pies en mi cara y su voz insoportablemente tierna, me preguntó: “¿Ya es Navidad, mami?” La quería matar. Pero la verdad es que yo también me estaba haciendo esa pregunta.
Meterse en una trama tan buena que olvides el desbordamiento. El 11 de diciembre, Netflix estrenará la serie basada en Cien años de soledad. ¿Sabéis que es la primera vez que esta obra maestra se adapta a la pantalla? Está rodada enteramente en Colombia. Los hijos de Gabriel García Márquez han supervisado el proyecto para mantener la fidelidad a la obra original. Ardo en misterio: ¿Cómo representarán el diluvio universal que duró cuatro años, once meses y dos días? ¿Cómo recrearán a Remedios, tan bella que ascendió al cielo envuelta en sábanas? ¿Qué cara tendrá Melquíades, el gitano misterioso que trajo el hielo? ¿Cómo traducirán en imágenes el peso del tiempo circular y las generaciones condenadas a repetir su historia? Y sobre todo: ¿Qué harán con esa primera frase perfecta? Además, se lanza un club de lectura dedicado exclusivamente a esta obra. El realismo mágico es un buen antídoto para la realidad.
Sacar grandes conclusiones observando a tu perra. El otro día una amiga me decía: “Como es pastora, me mordisquea los tobillos.” Cuántas veces he explicado la conducta de la mía justificando que es cazadora de madrigueras. Describimos a nuestros perros a partir de los instintos del pasado. De pronto, pensé que si la Inteligencia Artificial termina por arrebatarnos nuestros trabajos, quizá empecemos a describirnos unos a otros como hacemos con los perros, pero según los oficios que alguna vez tuvimos. Así, al ver a alguien lanzar una frase poética, lo justificaríamos diciendo que era escritora. O cuando otro hable con una cadencia especial, sabremos al instante que fue músico en otra vida. Nuestros oficios de hoy serán los viejos instintos del mañana. Delatarán lo que una vez fuimos, como nuestros perros, que pretenden enterrar sus excrementos bajo la tierra rascando el asfalto con sus dos patitas de atrás.
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