Mañana hará seis años que me casé con P. Nunca celebramos el aniversario de nuestra boda. Me emociona más cuando llega el día que nos vimos por primera vez, y que marcó también el inicio de nuestra relación. Dicho de otro modo, no perdimos ni un segundo. Nada cambió después de oficializar nuestro amor, más allá de tener que familiarizarme con la palabra marido, una que me sigue dando un cringe tremendo. Lo he intentado pero no puedo. No representa en absoluto lo que P significa para mí.
Ay, las bodas… Nadie pasa por ellas ileso. Que haya tanta carga ancestral alrededor de este rito no lo pone nada fácil ni al más incrédulo de los mortales.
Por eso he pensado que hoy voy a compartir una serie de consejos basados en los aciertos y errores que cometí en la mía, que quizá sirvan de algo para aquellos que tengáis bodas por delante. Idealmente os harán ganar tiempo y centraros en lo importante. ¿Pero qué es lo importante? Yo todavía no lo sé, así que transcribiré las palabras que dijo Jordi, el amigo que ofició nuestra boda:
«En este momento, en este lugar. Debajo de este cielo y encima de esta tierra. En nombre del viento, de los pájaros, del Sol, de la Luna y las estrellas, en nombre de los árboles que nos rodean... En nombre del amor de los familiares y amigos que están aquí con nosotros. En nombre de todas las cosas buenas de este mundo y en nombre del poder que vosotros me habéis otorgado, os declaro espiritualmente unidos.»
Espiritualmente unidos. Supongo que esto es lo único que debería significar una boda.
Hoy me centraré en la elección de los invitados, la del vestido, los votos, y el truco para hacer de ese día uno realmente memorable para todos los presentes.
Sobre los invitados:
En su libro publicado de forma póstuma, Joan Didion transcribe lo que su psiquiatra le dijo con respecto a una boda: «Las bodas no están hechas para convertir a la novia en una estrella, sino para marcar el momento en que la pareja, juntos, ocupan su lugar en la comunidad. Eso incluye a otras personas.»
El tema de los invitados es uno de los puntos más sensibles. Creo que nunca nadie se siente totalmente satisfecho con la gente a la que invitó, tanto si fueron muchos como si fueron pocos. Y si estás pensando que tú sí que lo estás, pregúntale a tu pareja si piensa lo mismo.
En este sentido siento que hay dos rutas posibles para atajar el asunto, y que se excluyen mutuamente: