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Parece una verdad universalmente reconocida que la Navidad es como Kanye West: amada y odiada a partes iguales. Junta a tres personas y será casi imposible que todas sientan lo mismo hacia estas fechas. Hay Navidades para el olvido. Hay otras que no dejan casi ningún recuerdo memorable, por mediocres o aburridas. Y, algunas, muy pocas, son mágicas.
Hoy me he puesto a pensar en qué podría hacer yo distinto durante estas fechas con respecto a mis errores de años pasados. Me gustaría aprender a atravesarlas entera. Ya no digo feliz, sólo entera. Porque volver a la herida OG no es asunto evidente para nadie. Ya lo dijo el maestro espiritual Ram Dass: Si crees que estás tan iluminado, ve y pasa una semana con tus padres.
Supongo que una de las razones por las que la Navidad se gana enemigos es porque uno de sus ritos de paso suele ser ver a gente con la que no nos llevamos forzosamente bien. Es casi inevitable que haya alguien hacia quien sintamos animadversión, especialmente en las familias numerosas. Y no solo eso, sino que con esa misma persona tocará compartir sobremesas eternas, incluso tal vez hacerle algún regalo (!), además del acto tan sagrado de comer en compañía.
Hace unos años apunté en mis notas del móvil una premisa que me prometí recordar. Lo hice justo después de que una persona me soltara un comentario hostil que no pasó desapercibido. Tiempo más tarde, gracias a una información que no tenía entonces, comprendí el motivo de aquel cuchillo gratuito. Pero no dejó de doler menos. Esto fue lo que apunté:
“Cuando vas a ver a alguien con quien te sueles quedar fría por cosas que hace o dice, desea esto antes de verla: