Tiempo de Cerezos en Flor
Desde Tokio escribo sobre contemplar las flores, la culpa, y sobre suspender el tiempo para que llegue el nuevo.
Esta semana, todos los cerezos de Tokio están en flor. Lo que significa que la ciudad entera se ve envuelta en flor de Sakura. Debajo de esos árboles hay personas celebrando el Hanami, la tradición japonesa que consiste en sentarse en círculo a la sombra de los cerezos a, literalmente, contemplar las flores.
Si algún día un alien se acerca a mí y me pregunta qué tres lugares en el mundo no se puede perder para hacerse una idea de la Tierra, le diría Tokio, seguro. Aquí he tomado café filtrado en meteorito, he visto más Shibuya Meltdowns de los que podría haber soñado, he encontrado un cuento infantil que explica cómo el agua llega a tu casa. Pero intentar explicarte por qué Japón ha sido de los lugares más increíbles que he estado en mi vida me provoca la misma ansiedad que si intentara explicarte qué se siente cuando se es madre.
Hablando de ser madre, ¿sabes esa frase de la Biblia “tan solo una palabra tuya bastará para sanarme”? Para mí eso es la literatura. Una frase, y bum: ya tienes las palabras que describen aquello tan inalcanzable que estabas sintiendo.
Pues eso mismo me pasó cuando pocos días antes de irme a Japón me encontré con el párrafo siguiente en el que Natalie Ginzburg narra que está separada físicamente de sus hijos y anticipa cómo será cuando vuelva a estar con ellos: