Signos de cambio
Amistad, más hijos, palabras demasiado grandes, escribir sobre lo que se nos da mal, y lo que no quiero cambiar
Lunes
He estado a punto de escribir la autopsia de una amistad. De analizar el inicio, el nudo, llegar a la causa del fallecimiento, detectar el segundo exacto del cambio. Buscar marcas palpables de aquella muerte que no estuvo anunciada en ningún momento. Un amigo siempre me invita a pensar en todas esas personas que, si no volviera a ver, no pasaría nada. Nada. Son muchísimas. La revelación impacta al inicio, pero también libera después. Nos pasamos la vida navegando a través de apegos feroces. Hacia nuestros padres, nuestros recuerdos, los amores que nos dejaron, incluso los que abandonamos, los móviles que nos dan acceso a otra vida, hermanos, identidades, tabaco, dinero. La lista no termina. La amistad, tan poco atrapada por palabras, propone algo revolucionario: amar sin contrato. Nos obsequia con el regalo del desapego. Cuando los amigos se van, ya se han ido, y de poco sirve pedir explicaciones. Entonces visualizo las amistades que sí resisten. Algunas incluso se remontan a veinte años atrás. Las veo ahora de una forma nueva: ¡Siempre han sido libres, si no habrían muerto! ¿Existe algo más sexy que juntar amor y libertad? La autopsia de la amistad fallida que mencioné al principio tendría ahora un obituario muy breve: “No se debían nada, así que dejaron de darse nada.”
Martes
La decisión sobre desear o no más hijos tiende a cambiar con el tiempo, como todo. Pero hay una forma silenciosa de conocer tu verdadero deseo: