En asuntos del hogar, el hombre al que quiero y yo nos entendemos bastante bien. Este es el cuarto piso que amueblamos juntos y ninguno ha acarreado grandes conflictos entre nosotros. La hora de salida al aeropuerto o la temperatura de la casa pueden provocar más discusiones que cualquier mueble.
Yo sé cuándo él tiene una visión innegociable sobre algo y él intuye lo mismo sobre mí. En lo que respecta a cuadros y lámparas, tengo poco que decir. Pero cuando hay que tomar decisiones permanentes, como por ejemplo el suelo, lo que lo sostiene todo, no hago concesiones. Sospecho que en las parejas que logran durar algunos años, quien decide a nivel micro no suele ser quien decide a nivel macro, pero me puedo equivocar.
Hablando del reparto de poder en las parejas, el otro día pensé en una forma práctica de saber quién lleva más la carga mental del cuidado de los hijos: basta con hacerse esta pregunta: ¿Quién de los dos lleva en la cartera el carnet de identidad y la tarjeta sanitaria de las criaturas?
Pero volviendo a lo de los muebles, hubo uno en particular que casi se lleva mi matrimonio y algunas amistades por delante.