Mi relación con el pensamiento mágico es tan absoluta que a menudo la dejo de ver. Traer uno de esos pensamientos a la consciencia es una conquista para mí. Hoy he identificado uno de ellos: siempre que compro la agenda para un nuevo año, tomo una cantidad de tiempo considerable en la elección del color. Siento que con esa decisión puedo determinar el tono y la vibración para estos nuevos tiempos. Poner esta creencia por escrito no viene sin un cierto rubor: ¿Qué tipo de Diosa omnipotente me estoy creyendo?
Para el 2023, elegí una agenda Leuchtrumm1917 de color dorado. Intento volver al día en el que fui paseando con mi hija de un año y cuatro meses a la papelería. El señor me dijo el refrán que siempre me repite mi propio padre “nens petits, problemes petits, nens grans, problemes grans”, refiriéndose a que ahora volvía a no dormir por las noches porque su hija empezaba a salir de fiesta. Intento recordar qué buscaba, cómo hubiera desarrollado mi elección del dorado como el color dominante a impregnar ese nuevo año, si alguien me hubiera preguntado.
Tengo una leve intuición. Creo que en ese momento mi cabeza tenía muy presente que en un mes iba a publicarse mi tercer libro, una recopilación de relatos, sin fotos, sin poemas, sin ilustraciones, sin nada que despiste de los conflictos internos de unos personajes que he intentado amar y comprender lo mejor que supe.
El otro día quedé para comer con una amiga en la terraza de Les Filles. Mi amiga, que tiende a describir el paso por esta vida de forma estoica y concibe las etapas de un conflicto como las carpetas de un ordenador, me describió su 2023 como un año “productivo”. Me encantó esa definición por su sencillez, y porque comprendí perfectamente el uso de esa palabra en su contexto. Un año productivo; no en el sentido de emprender una empresa o de amansar una fortuna, sino en el de mover cosas desde lo profundo, un año de dar con las palabras justas, y que a partir de ahí se muevan piezas pesadas sin nuestra inercia ni nuestras manos.
Me hizo pensar en que si un año fuera un relato, un artefacto literario, lo que se le pediría al personaje sería que evolucione a lo largo de la historia. Nuestro protagonista no puede terminar el cuento tal y como lo ha empezado: la trama tiene que haber transformado algo en él.
Pensé que tal vez esta es la única pregunta a hacernos cuando termina un año. Si cada uno de nosotros hemos sido el personaje principal de un libro sobre el que nadie nos ha pedido permiso, ahora que termina y que eso nos convierte en simples lectores de nuestras mismas memorias no autorizadas, solo nos queda preguntarnos: ¿Qué ha transformado en nosotros el 2023? ¿Qué hemos perdido y qué hemos ganado?
Lo que la ficción le ha copiado a la realidad es que el tiempo lo altera todo, ningún libro ni ninguna preciosa vida se salva del cambio. El 2023 no me ha traído la representación exacta del dorado que yo tenía en mente cuando elegí ese color. Pero me hace seguir en asombro permanente hacia el poder que le otorgo al pensamiento mágico, ya que sí diría que ha sido un año dorado, una forma más pomposa de llamarlo “productivo”.
Si yo fuese una escritora escueta obsesionada con la economía del lenguaje, mi diario por meses se parecería un poco a este:
Enero:
Escribiré todos los miedos que tengo sobre lo que estoy a punto de emprender en mi vida literaria, siguiendo el consejo de M. Muchos de ellos pasarán, pero también, eso, pasarán.
Lanzar Los Cisnes de Macy’s me dotará de una mayoría de edad en la que comprenderé que trabajar sobre el error es el sentido más noble (o simplemente más práctico) que veo a seguir lanzando obras.
Febrero:
De la única relación amorosa sobre la que sé realmente algo es la mía, y a veces ni eso. La noticia de dos rupturas cercanas llegará con un duelo forzado por personas que no decidí traer a mi vida y que no decidí sacar. Lo que se crea entre dos personas que se aman es una Supernova sin dirección consciente, envuelta en una fragilidad bella que simplemente no terminaré de comprender del todo.
Sin logo, sin estrategia ni dirección empezaré esta newsletter, Magical Thinking. Mi membresía al gimnasio de los escritores habrá sido una buena decisión.
Marzo: