Querida Lily
En mi libro Los Cisnes de Macy's, hay un relato llamado 'Querida Lily', una secuencia de cartas enviadas a Lily. Dos años más tarde, le escribo de nuevo:
Querida Lily:
Dejé de escribirte cartas cuando pudiste leerlas. Yo, tan protegida por tu silencio, te ponía al día de los asuntos de mi jardín, los perros y de mi hija mientras filtraba aquellas cosas que no supe decirte. Cuando recuperaste el habla y tu capacidad de comprensión dejaron de llegarte palabras mías. Menuda miserable fui, Lily.
En casa ya no viven cuatro perros, solo una. Mi hija preguntó por Science el otro día. Sin ningún tipo de razón aparente, posó esta pregunta en mí: “¿Dónde está Science?” Sé en qué lugar del jardín está enterrado su hocico largo y fino de teckel de pelo negro, pero no sé dónde se encuentra su soberbia de señora venida a menos ni sus gemidos trágicos cuando reconocía nuestro olor. Science, que decidió morirse tres días después de que nuestra hija naciera. La que en la noche en la que moriría, se despidió de su hijo colocando el hocico debajo del suyo, bajo la luz de la luna de agosto.
Mi hija sólo conoce a Science por fotos y por las historias que le contamos. ¿Cómo se le habla de la muerte a una niña de dos años que ya ha adquirido un miedo a los gatos negros? P, el ateo, le contestó como un rayo que Science está en cielo. Yo, la encargada tácitamente de traer espiritualidad a la familia, me quedé muda, sin defensas. No logré agarrarme a ningún tipo de respuesta intuitiva o ingeniosa. No quiero que sospeche que la muerte es mi propio gato negro.
El jardín está más descuidado que nunca. Sería fácil culpar a la sequía pero hay algo más. Aún así, es capaz de darnos menta, romero, huevos, limones, lavanda, naranjas, lirios. A mí nunca me han parecido feas las malas hierbas, más triste me hace sentir la tierra seca en aquel lugar donde podría haber verde deseoso de un lugar en el mundo.
Querida Lily: