Lunes
Me gusta mi pequeña vida. Cortar el melocotón con cuchillo de madera, acordarme del agua con limón todas las mañanas, sentarme en el escritorio y pensar que voy a poder escribir esta simple frase: Mi pequeña vida.
Esta mañana he recibido no uno, sino dos mensajes de dos amigas: ¿Cómo has dormido hoy?, me han preguntado. Saben de mis problemas de insomnio. Creo que solo estos mensajes harán que esta noche tarde una hora menos en conciliar el sueño. En mi minúscula vida he dejado de enfadarme con la Karen de mi clase de Pilates que ha asignado reformers para cada una, siendo la suya la mejor, la mía la más alejada que no me permite seguir la clase. Esa es tu lucha, Karen, yo me voy de aquí.
En mi pequeña vida me acuerdo de que he creado lazos de afecto suficientes como para que haya dos personas en el mundo con una ventanita en su memoria dedicada a mi sueño. Que P me haga ASMR antes de dormir y me dé un ataque de risa en vez de sueño, que mi perrita Greta se pegue a mí por la inercia de lo que será su única vida. En mi pequeña vida no me importa no tener cuerpo de chica Miyake y me sigo poniendo los Pleats Please naranjas porque he quedado con una amiga que me llena el espíritu y no me he dado cuenta de que me he vestido un poco para ella, son sus colores. Vestirse es otra forma de amar.
Mi pequeña vida está bien, avanza a base de ilusiones minúsculas. Mi gran vida es la que me roba el sueño. Eso tiene dos lecturas y ambas serán igual de ciertas. Mi pequeña vida existe en mis manos, en mis ojos, en mis oídos; mi gran vida existe sólo en mi cabeza. Pero esa cabeza me importa mucho, y mis razones tengo.
Martes