[Antes de lanzarme a explorar lo que esta carta promete, voy a dirigirme a la voz crítica de mi cabeza y hacerle comprender que no es bienvenida en esta reflexión:
Respóndeme a esto: ¿Cómo se viste una sin frivolidad? Quizá tú me dirías: “mostrándose indiferente ante el acto de vestirse”. Pero eso sería sinónimo a decir que lo mejor es pasar de puntillas por la acción, superficialmente, ¿y eso no es precisamente la definición de frivolidad? A mí lo que me parece frívolo es pretender no darle importancia a un acto inescapable, que se repite incansablemente todos los días de nuestra vida.]
Cuando nos vestimos, cada prenda que nuestra mano agarra está cargada de propósito. Si vestirse fuera un acto de apareamiento, hay prendas que nos dominarían y otras que conseguiríamos dominar. Balenciaga, por ejemplo, no hay duda para mí: la pieza nos lleva, asumimos ser dominados por ella y además sin oponer resistencia a la correa corta a la que nos somete.
La pregunta que rodea la mano que escoge una pieza de su armario en medio de un mar de alternativas es: ¿Quién dominará a quién hoy? Voy a compartir trucos para conseguir que la fuerza esté a nuestro favor y otras revelaciones que me he encontrado en el camino:
Repite y vencerás: