Siempre que me encuentro en este borrador de Substack llamado “Cómo Atrapar Una Idea” es precisamente cuando no me está viniendo la idea sobre la que escribir esta semana. La dificultad de los últimos días en encontrar un tema ha sido tan grande que, a falta de otra idea, me he puesto a editar y publicar este mismo borrador.
Hay muchas personas ahí fuera capaces de teorizar sobre el lugar de dónde vienen las ideas. No hace falta que lo haga yo. David Lynch lo hizo increíblemente bien en su libro Atrapa el Pez Dorado. Además siempre pienso que todo el mundo miente cuando responde a preguntas como de dónde saca la inspiración. Si lo supiera no lo desvelaría tan fácilmente sino que estaría ahí mismo, bebiendo de la fuente hasta agotarla. Por eso hoy me voy a centrar en escribir ocho trucos prácticos para atrapar la idea, una vez ha aparecido de ese lugar desconocido para todos.
Seguro que hay muchos tipos de ideas, pero a mí ahora mismo solo se me ocurren dos: las primeras son las que te persiguen desde que empezaste a ser tú, aquellas a las que volvemos una y otra vez y que damos forma de mil maneras distintas, sin darnos cuenta de que siempre estamos revoloteando alrededor de la misma. Para esta tipología, esta guía es innecesaria ya que la idea nunca va a alejarse de ti.
La segunda categoría son las que tienen una mayor longitud de onda, una forma más indeterminada, por eso pueden ser atrapadas por más personas. Van de flor en flor, son escurridizas y no les gusta estarse quietas.
Estas son las que debemos aprender a agarrar con el talón de nuestra mano, crear una cárcel con nuestros cinco dedos y bajarlas a la tierra.
Si atisbas la sombra de una posible idea, ponla literalmente en movimiento. Levántate de donde estés y empieza a andar. Inclina la cabeza, vuelve a la idea, cruza los brazos por detrás de la espalda y no levantes los ojos del suelo.