La amistad vive en los grises del lenguaje y está eclipsada por el amor romántico, el que con sus grandes gestos y su energía tan invasiva, se lleva todo el espacio en los poemas y ensayos. Y sin embargo la vida no se puede atravesar sin amigos de verdad.
Quiero seguir intentando comprender de qué está compuesta esta palabra tan cándida y sobreusada, una que llega a nuestra vida desde que nos arrojan en la guardería: Amigo, Amiga.
Quiero agarrarla con mis dedos y desglosar sus partículas. Quiero comprender sus conexiones, hacerla inteligible desde cualquier ángulo. No sé si lo conseguiré algún día. Por ahora he dado con una lista que tipifica las amistades:
Aquellas en las que la comunicación es constante. Son testigos mutuamente de la vida de la otra persona. Están al día de todas las tramas. Las notas de voz pueden llegar a durar siete minutos o más.
Aquellas en las que no se comunican tan a menudo pero cuando lo hacen, el efecto que tienen en la otra es parecido a haber ingerido té verde puro con azúcar refinado. No están presentes en los entramados de la otra, sólo en las conclusiones finales.
Las amistades estacionales. Son las que surgen en los pueblos de verano, en las oficinas, o en el transcurso de un largo rodaje. El pacto no verbal es que esa amistad late solo en ese pueblo, en esa oficina, en ese proyecto. Eso no las hace menos verdaderas.
Las amistades inspiracionales. Se sustentan en el deseo de una de convertirse o tener atributos de la otra persona. Estas son peligrosas porque pueden romper el pacto de equidad. Siento que en la amistad no debería existir jerarquía, pero me puedo equivocar.
Las amistades terapia. Estas pueden resultar drenantes para la que ofrece la ayuda. No siempre es fácil encontrar la línea entre la ayuda natural y de recibo y la que debería ser derivada a una consulta.
Las amistades que surgen a raíz de las parejas románticas. Pueden sorprendernos: nos abren puertas a personas que de otro modo sería difícil llegar a pasar tiempo de calidad.
Aquellas a las que les une un apego del pasado. El torbellino de la vida les ha moldeado de formas no necesariamente compatibles. Pero hay algo noble en esa fidelidad por lo vivido. No lo veo tan mal.
Las amistades que nos cultivan. Son aquellas personas con las que se habla de libros, política, psicoanálisis, cine, etc. Aquí se encuentra la definición OG de amigo: la palabra filosofía está compuesta de philos, amigo en griego. Son las que con una sola frase o regalándote un libro transforman tu modo de ver la vida. A esos amigos se les debe algo que no sé ni nombrar (porque pertenece al espíritu).
Las amistades frescas. Hay una tolerancia tal en las transformaciones del otro, la relación está tan desprovista de juicio, expectativa o apego, que respiran aire puro. Serían lo opuesto al tipo 7. Lo retante para este tipo de amistades es mantenerse presente.
Aquellas en las que convive amor con rencillas no dichas o no solucionadas. No tengo claro qué debe hacerse con ellas. Sería fácil responder que tienen que ser desestimadas, pero siguiendo esa lógica ¿no deberíamos desechar también a nuestros hermanos?
Las amistades pasajeras. A menudo no se ven venir. Se disfrazan de 3 o de 6. Cuando te crees que ya lo has entendido todo en el business de las amistades, de pronto, flas, esa persona desaparece de tu vida.
Las amistades donde existe un interés por conseguir algo que la otra persona puede proporcionar. Este punto puede generar dos reacciones: la que defiende que la amistad es incompatible con el interés, y la que mantiene que el beneficio es un elemento esencial y realista para que se dé dicha unión. Suelen convertirse en las del tipo anterior.
Las amistades exigentes. Reclamar cosas “En Nombre de la Amistad”. Aquí se pierde la seducción poniéndose normativo.
Las amistades ligeras. El humor conecta a esas dos almas. El vínculo parece sin importancia pero en el fondo, bajo esos códigos livianos, están viendo la luz en el otro.
Las amistades en las que existe una gran diferencia de edad. Ambos maestros.
Aquellas que provocan la competición. No me gustan nada. Para eso ya están los enemigos.
Aquellas en las que existe una tensión sexual irresuelta (recomendaría resolverla cuanto antes.)
Las amistades virtuales. Este tipo de amistad puede alcanzar niveles sorprendentemente elevados de intimidad. Pero se pierde algo importante. Los amigos virtuales se miran el uno al otro. En las amistades físicas se está mirando la vida juntos.
Las comadres. Las madres con las que se comparte el secreto mejor guardado de la humanidad. (Y las que con suerte ellas también estarán despiertas en la profunda noche oscura del alma.)
Las que me quedan por conocer. Algo que me ayuda a penetrar el misterio de la vida es que esta lista en el fondo es infinita.
Lo que me fascina de la amistad es que podemos ser un 11 para alguien mientras que para nosotros esa persona es un 2. 14 y 17 pueden ser fácilmente confundibles. Además la amistad es susceptible de cambiar de tipología con el paso del tiempo: empezar siendo un 9 y convertirse en un 7 sin darnos cuenta. Puede caber en varios tipos a la vez o puede que no haya sabido tipificarla siquiera.
¿Se os ocurre algún tipo más?
Qué delicia de newsletter. Imposible no reconocerse en muchos de los puntos, incluso en los feos. La amistad necesita conciencia (también presencia, pero no todo el tiempo) y ante todo, pureza de corazón. Qué autoexamen más terrible el ponerse a decidir qué números corresponden con los que llamas tus amigos. Felicidades!
Juntando las 20 opciones nos sale un órgano de la amistad, lo llevamos dentro sin saber el sitio pero es vital.👏🏻