Si estás leyendo esto, déjame decirte una cosa: en el fondo ya tienes la respuesta. Digo que ya tienes la respuesta porque no eres tú quien ha tomado la decisión, bueno, no exactamente tú como te tienes concebida. Es tu inconsciente. Pero es normal que quieras llegar a saber si quieres o no convertirte en madre: que tengas la respuesta no significa que hayas podido acceder a ella todavía.
Llegar al inconsciente no es tarea fácil. Cuesta tiempo, dinero, y, a veces, ni así. En ocasiones cuando se llega a él te devuelve respuestas aterradoras; otras veces son bastante sencillas y casi provoca un poco de bochorno no haber caído antes.
En mi caso, no le di vueltas a lo de convertirme en madre. Lo escribí en mi libro de sueños en un momento que ya no recuerdo y más tarde actué en consecuencia. Creo que parte de la dificultad del primer año postparto es que para aquellas jabatas que no cuestionamos nuestro deseo, el precio a pagar que pensábamos que nos ahorraríamos por tenerlo tan claro, nos explota en la cara. El otro día me encontré a una vecina que me contó que por fin estaba viendo la luz después de dos años pero que se sentía confundida. Me aseguraba que a ella siempre le habían gustado los niños, y una frase muy sencilla suya se quedó resonando: “No me esperaba esto.”
Por eso hoy comparto una serie de preguntas que te puedes hacer. Ojalá te ayuden a iluminar tu decisión. Las he formulado de tal modo que solo puedan responderse con sí o no. Si te salen más sí, ahí lo tienes. Y si ganan los no, también. Luego, por supuesto, harás lo que te apetezca. ¿Quién comprende el deseo? Lo que sí está asegurado es que decidas lo que decidas, en ambos escenarios deberás pasar por el duelo de aquel camino que no tomaste.
He intentado dar con cuestiones que sean lo más universales posibles, sabiendo que nunca lo serán del todo, ya que la primera revelación de la maternidad es que es la experiencia que nos une a todos, y sin embargo no hay dos iguales.
Allá van: